Qué gratificante es huir de la rutina; de las luces, los autos, la gente, la televisión y la radio... del ruido propio de ciudad...
Cambiar, aunque sea por unos días las comodidades mundanas por la vida en la salvaje e indómita naturaleza.
Y no cualquiera, sino aquella que esta escondida y a la que cuesta acceder.
Escribo a propósito de un pequeño viaje que tuvimos mi familia y yo, un viaje en busca de lo que perdemos cuando estamos sumidos en la vorágine diaria de la ciudad, la escuela y el trabajo.
Supuesta mente seria un paseo sin mucha dificultad, mas se convirtió en un esfuerzo por llegar a la cumbre, al meollo, a la postal soñada, pues nunca pensamos que íbamos a luchar contra las inclemencias de la madre naturaleza y exigir a nuestros cuerpos citadinamente acomodados, un esfuerzo no acostumbrado. Pero finalmente, luego de horas de caminata, nieve, noches de frío y viento, llegamos a nuestro destino, y luego, satisfechos, llegamos a la conclusion de que este viaje fue purificador para los 3; una oportunidad de encuentro con nosotros mismos y con lo majestuoso y grande que nos rodea.
Costo bastante, pero todo estaba sincronizado para nosotros.
Y ahora, de regreso, pareciera que todo aquello quedo dentro de cada uno... latente y vivo, entregandonos fuerza y ganas de seguir explorando lo que siempre esta ahi, esperando paciente...tan lejos pero a la vez tan cerca. Adentro y afuera...
Costo bastante, pero todo estaba sincronizado para nosotros.
Y ahora, de regreso, pareciera que todo aquello quedo dentro de cada uno... latente y vivo, entregandonos fuerza y ganas de seguir explorando lo que siempre esta ahi, esperando paciente...tan lejos pero a la vez tan cerca. Adentro y afuera...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe acá tu parecer